A Paco Palma, mi hermano y maestro

Texto: Mario Palma ¡Cuántos gratos recuerdos desde nuestra niñez hasta hoy! encierra nuestra historia, aquellos rifas tan agradables de escuela primaria, cuando juntos nos repartíamos la merienda y las lecciones que nos ponía nuestro maestro don Andrés Sepúlveda... (aquel maestro de enseñanza tan bueno y tan buen dibujante)... aún queda el recuerdo de aquellas tardes cuando íbamos a la escuela de Bellas Artes de calle Carretería, la sucursal de Artes y Oficios, aquellas largas noches de dibujo y de grata conversación que papá nos entretenía. Después, en la casa taller «estudio» de aquella inolvidable calle Cobertizo del Conde, donde nacimos todos los hermanos, Loli, Paco, Mario, Victoria, Carmen y por último José, que llenó la casa de alegría. Pues fue en el año 1928, cuando papá estaba lleno de ilusión para crear su «Piedad», sublime obra maestra, tú eras pequeño, Paco, y le ayudabas a dar barro (que fueron tus primeros balbuceos), así empezó tu vida artística, que ya la llevabas en tu alma..., ya hacías exposiciones de tus primeros pasos de arte... yo seguía en las clases de Historia de
Arte con Antonio Burgos, excelente y documentado profesor, luego las de lineal y después con el maestro Fernández, en vaciado y escayola... tú estabas en la clase de don César Alvarez Dumont, aquel profesor de barbita blanca, lleno de cenizas de los cigarrillos, que siempre llevaba como un pebetero romano... ya nos hicimos hombres y juntos luchamos corno titanes, pues la muerte de papá nos obligó a seguir en la nave, tú llevabas el timón de esta carabela, cuando suspirastes a ver tu Cristo de los Milagros surgido de tu talento y tus creadoras manos, seguimos con la escayola, la madera y después el color.. y en seguida sigue el estudio, su vida de lucha y trabajos... y a continuación otras obras, la reproducción de la Piedad (que tanto emocionó a Salvador Rueda, cuando este egregio poeta inmortalizó en su soneto «La Piedad de Palma». Sigue la marcha del trabajo, en tronos, imágenes, retablos... y vuelves a modelar el Cristo de la Buena Muerte (en sustitución del de Mena), que tanto lloró papá aquella trágica noche del 11 de mayo de 1931. Pero tú supistes hacer el honor de tallar y sacar de las entrañas de la madera esa "obra de arte que hoy se venera en la Málaga semanasantera. Ni que decir tiene cuánto se ha sufrido en estas escalonadas fechas desde el año 1938 que nos dejó papá hasta tu muerte del 1985. Hoy seguimos con tus obras desde este balcón malagueño, ya me encuentro jubilado y no tengo por menos que dedicarte un grato recuerdo como hermano, maestro, compañero, con tu alma tan noble y la sonriza que nos caracteriza y una oración en el silencio panteónico de esa tierra noble y betusta de Úbeda que guarda tus restos mortales unidos a tanta obra para inmortalizarte en ella.

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Rafael Poyato Crespo

Al hombre que encarna con su gubia maravillosa, la imagen de lo que siente su alma gigantescamente noble.

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