Ecos de mi recuerdo

Sin solución de continuidad

por Juan de la Torre Ruiz *
publicado en la Revista Cultural Francisco Palma Burgos,
editada por fernando salas pineda con motivo del I aniversario de su muerte. 1986

En la mañana sin brumas de un invierno suave, cuyos dos años aún no se han cumplido, expresé la respuesta, en improvisado verso, a una pregunta que se me había formulado sobre mi juicio en una obra de arte. Me la hizo el propia autor en plena creación y de un modo muy particular. Omitiendo toda palabra para ser sustituida por la sonrisa. Peculiar característica de quien cuarenta años atrás, estando yo ausente, llegó a la ciudad con el propósito, de enmendar, como una compensación, los desafueros sufridos por ella en un dolorosa acontecer.

Un hombre con destacado garbo andaluz -no en balde procedía de Málaga- de la que también era natural, acababa de establecerse no provisionalmente junto a nosotros. El destino, siempre sabio, le impulsó, a encontrar a la amada en vislumbre de sueños. Aquí podía llenar su aljaba con los colores adecuados a sus fantasías policromas. También escucharía el original sonido de la piedra, del mármol, de la madera, cuando se golpea amorosamente con la gubia, el buril, el cincel.

No es extraño que con noble ascendencia y no menos sanos principios llegara, gesto y ademán abiertos, a apoyar su mano afectuosa sobre las hombros de todos los que le salían al encuentro. Eso sí, implacable enemigo de la hipocresía, reglamentó sus actuaciones, ganando simpatías en crescendo, lanzadoras a la fama de sus auténticos valores.

Considera este cronista no ser difícil adivinar a la persona a quien se refiere. Nada más y nada menos que a don Francisca Palma Burgos, como siempre le llamé. El que consiguió nombre egregio haciendo de la estatuaria un arte idealista. Supeditó la verdad a la belleza sin excluir a aquélla en todos sus elementos.

Un día, con gran dolar, se le vio partir para avecinarse en Italia. Lugar de mayor consonancia con sus inquietudes y en donde tuve la fortuna de encontrarle. Fue en Florencia donde, de repente, se produjo la gran sorpresa. El azar nos había reunido, admirando las excelencias de Donatello.

Aconsejo a los que deseen prolongar su vida que acumulen recuerdos. Mucho más, si estos proceden de una buena compañía dispuesta al diálogo. Lo que su cedió entre un pintor y un poeta fuertemente apasionados de un mismo amor. La ciudad a la que n faltará quien, estimando méritos, la cite con el propio nombre, de la de los Médicis. Sólo que para no confundirlas añadirá, a modo de apellido: del Sur. Me estoy refiriendo a Úbeda, evocada en un paseo romántico por los puentes del Arne. La específica lámina de espejo donde proyectar esencias. Entre ellas, la de Dante Alighieri recitando endechas amorosas a Beatriz.

Al despedirse acusaron la nostalgia con veces de melancolía. Aunque se animaron de pronto con frase esperanzada. "Hasta pronto".

Y, efectivamente, así sucedió. En aquella mañana en la que hago mención al principio, enterado de su regreso a la Ciudad de las Torres me dirigí al estudio que se había preparado en el viejo palacio de don Luis de la Cueva. Allí estaba el amigo, el artista, sin solución de continuidad para afirmar su participación en las glorias de nuestra pueblo, clave en el desarrollo de Renacimiento. Estilo, que dominando el medioevo trajó la revolución de la pintura con el Giotto y la de la escultura con Nicolás de Pisa entre otros.

Sí, allí se encontraba dando paso a la ilusión estimativa del inmediato triunfo. Había llegado con intención de inspirarse en la misma ciudad que le había servido, para producir sus obras maestras. Aspiraba algo extraordinario. El. Cristo del Perdón con destino a Almería.

Mucho antes de terminar el modelado en yeso, aún con los paños húmedos, los dedos, en sustitución de las clásicos palillos, ya habían perfilado el verdadero asombro. La interpretación más conseguida de un rostro en el momento sublime. El de redimir perdonando. Para este acto es imprescindible la sonrisa. Lo considerado por Pelma Burgos coma la parte positiva de las Siete Palabras.

Van a permitirme costar algo, con categoría de anecdotario. Cuando escuchó mi estimación sabre su trabajo me alargó su bolígrafo y un trazo de cuartilla, diciéndome: "Tome. escriba lo que me acaba de decir. Quiero también conservar los medios utilizados".

Todo un hombre. La cualidad de ésto se hace sensible con un simple gesto. Su último deseo, tan perentorio, para llegar pronto a Úbeda y recibir la íntima caricia de su tierra, lo dice todo. Aspiración seguramente concebida cuando labraba la imagen yacente del "Doctor Extático" para ocupar el lugar donde había estado su primer sepulcro. Muchas horas pasadas también en el magnífico- exorno de la capilla le harían concebir una gran ambición. Descansar junto a las últimas huellas que dejó el de Fontiveros. Con esta idea a medio cumplir se ha ganado todos los títulos. Puedo asegurar que nadie se negara a concederlos. En su muerte no se escucharon las campanas del cielo, pero si se oyó el latido de todos los corazones ubetenses. Repicarán a "Rexurrexit" cuando se decida por quien corresponda la inauguración del monumento a su memoria. También es muy posible que con el tiempo, se pueda depositar una flor sobre el pedestal que haga su deseo completamente realizado.

Mientras tanto, ya habrá emprendido la marcha para que tenga lugar entre nosotros una nueva reunión. Si se cumple una creencia surgida de la imaginación infantil. cambiaremos impresiones sobre todo ésto, sentados junto a unos cipreses bajo el resplandor de las luceros.

* Escritor, poeta y dramaturgo que fue cronista oficial de Úbeda

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Rafael Poyato Crespo

Al hombre que encarna con su gubia maravillosa, la imagen de lo que siente su alma gigantescamente noble.

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