PALMA BURGOS y su CRISTO del PERDÓN

por Julio Trenas *
publicado la Revista Cultural Francisco Palma Burgos,
editada por fernando salas pineda con motivo del I aniversario de su muerte. 1986


Si la obra y la vida de un artista, profuso y creador como lo fue Francisco Palma Burgos, pueden condensarse en alguna de los testimonios estéticos salidos do sus manos, este es para mi, sin vacilación alguna, el Cristo del Perdón que modeló y talló Para Almería. Representa asimismo, dentro del esquema ya apuntado, el retorno gustoso del artista a la actividad imaginera, gloriosamente cultivada por él y a la que le debió su consagración en plena juventud.

Hacía más de una década que sus gubias magistrales tallaran el Cristo de la Noche Oscura, cuya poética advocación, tomada de San Juan de la Cruz, vendría a cerrar su contribución personal a los desfiles procesionales ubetenses. En Úbeda, a lo largo de casi tres lustros, había disfrutado del más hermoso taller de escultor de que dispuso en vida: las ruinas de la Iglesia y convento de Santo Domingo. Los arcos de medio punto filtraban el sol como blanca caricia sobre los restos del artesonado mudéjar. En esta larga etapa de Palma en Úbeda fue absorvida por el tema religioso. Desde la estatua yacente del confesor de Santa Teresa a la imágenes policromadas de los pasos de Semana Santa, que venían a engarzares a los que, también salidos de sus gubias, figuraban en las precesiones malagueñas. Fueron años de fervor y trajo proyectados a un arte que podríamos llamar litúrgico y en el que el espeto a la tradición sé adueñaba a la originalidad creadora.

Un buen día Palma Burgas experimentó, profundo y dominante, el tironazo imperativo: debía volver a Italia. Quería evocar sobre mármoles y museos las emociones de sus juveniles días en el país del arte. La suya no iba a ser excursión turística ni viaje de estudios. Quería vivir las emociones estéticas a nivel del pueblo. Volvió a Roma, pero no se instaló en la capital. Buscó una relativo distanciamiento, y en Castel Sant´Elía habilitó, como hogar y estudio, un viejo torreón engallado sobre el paisaje, en un alto roquedal.

En estos años, vividos lejos de su patria, Palma Burgos llegó casi a olvidar su oficio de escultor. Cambió la dureza de su trabajo, permanente lucha con el bloque marmóreo o la madera desbastada, por el gozo de la pintura, tacto de pincel sobre el lienzo. En el pueblo, conquistado por su simpatía contagiosa, todos le llamaban il picttore, ignorando su labor de estatuario. Pintó intensamente, llegó a decorar las paredes de algún organismo local, hizo exposiciones y obtuvo prestigiosos galardones. También se le confiaron restauraciones de obras de maestros famosos. En una visita que, acompañado del Dr. Augusto López Portaña, le hicimos a su torreón, Palma Burgos me hablaba entusiasmada de una Madonna del Sassoferrato cuya restauración acababa de realizar. En sus conversaciones de aquellos días me reiteró su decisión: no volverían mas sus manos a la arcilla. Su historia como escultor había terminado.

Dios lo dispuso de otro moda. Desde España Le llegó a Palma Burgos una oportunidad creadora. La ocasión de rebrotar como escultor imaginero. Vuelta al barro, la madera y la policromía. Desde Almería le formularon encargo de un Cristo expirante, en el torreón de Castel Sant´Elías modeló y talló, un Cristo yacente para Santa Cruz de la Palma, en el archipiélago canario; finalmente, desde su Málaga natal le pedían un Cristo que, bajo la advocación de El Santo Suplicio, recordase el pasaje bíblico del expolio en el monte Calvario. Son la últimas creaciones imagineras de Palma Burgos, inscritas en el postrer lustro de su vida. Significaban él momento más logrado de su inspiración. El Cristo del. Perdón, brindó al escultor malagueño oportunidad anhelada: la de realizar un crucificado en agonía. Hasta entonces sus imágenes de Cristo en la Cruz mostraban el sacrificio consumado del Dios hombre. Así, el Cristo de los Milagros, el de la Sangre, el de la Buena Muerte, en Málaga, y el ya citado, de la Noche Oscura, en Úbeda. EL Cristo del Perdón culmina el agónica drama iniciado en el Huerto de Getsemaní. Cuando, las manos de Palma apretaban el barro surgía el rostro divino pleno de grandeza en su augusto dolar. Era la tragedia vencida por amor a los hombres. El patetismo remansado en serenidad y dulzura. Las siete palabras pronunciadas desde el árbol de la Cruz resumidas en una sola palabra de Perdón. ¡Qué lejos del pensamiento del artista la consideración de que en la arcilla exaltada iba fundiendo la evidencia de su propia muerte!.

* De la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y de la Asociación Española de Críticos de Arte.

About This Blog

Rafael Poyato Crespo

Al hombre que encarna con su gubia maravillosa, la imagen de lo que siente su alma gigantescamente noble.

  © Blogger templates Romantico by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP