FLAGELLAVIT


por Francisco José Carrillo Garrido y María del Carmen Bermejo Cuesta



Francisco Palma Burgos se caracterizó por realizar un perfecto estudio de la anatomía sin crear grandes dosis de dramatismo y dolor; aunque revisado, no por un crudo realismo, sino por una gran dosis de idealización, a la vez que manifestó el estado tranquilo y de perdón del alma de Cristo. Todo ello queda sintetizado en esta escultura de Jesús del Perdón, del tempo jiennense de Cristo Rey, en cuyo rostro el escultor centra toda la fuerza de la imagen: un semblante sereno sin ningún signo de excesivo dramatismo, destacando la resignación de Jesús ante el dolor.


El estudio anatómico es perfecto, creando el movimiento a partir de la torsión del tronco con respecto a las extremidades; además de la flexión de las piernas, fruto del tormento recibido que deja entrever el cansancio por el dolor padecido, presentando una de sus piernas ligeramente más adelantada sobre la otra. A ello hay que unir la posición de las manos, unidas con cuerda y desplazadas sobre el lado izquierdo. Su cuerpo está semidesnudo con un gran sudario, sujeto por la misma cuerda que le anuda las manos, en el que se dejan ver restos de sangre derramada en la flagelación, realizado con un gran volumen de pequeños pliegues que potencian la idea de movimiento.


El cabello de la talla, que mide 168 cm. de altura y fue labrada en madera de pino de Flandes policromada por el artista malagueño en 1955, cae recogido en mechones sobre la espalda y los hombros. Con la raya en medio, destaca un gran mechón que se corta en el aire, a la altura de sus mejillas. Palma Burgos trabaja de la misma manera su barba en pequeños mechones, con unas características a la hora de afrontar esta textura muy particular de este artista.


El naturalismo de la obra acentúa con la policromía, en la que se aprecia una tez oscura, aunque no es la tonalidad original, acercándose a unos tonos más bien trigueños, apreciándose las magulladuras y cardenales pero no de una forma muy exagerada; lo mismo que en el rostro, en el que aparecen unos hilillos de sangre que le caen de forma muy natural y que inciden en ese dramatismo acrisolado del momento. La columna, labrada por el sevillano Juan Abascal Fuentes (1968), es de tipología baja, fuste estriado y capitel de orden corintio.


En la Iglesia de san Isidoro de Úbeda encontramos una de las creaciones más señeras de Palma Burgos: el Señor de la Columna (1942), de la cual llama la atención, entre otros detalles, el abatimiento que se refleja en su estremecedor rostro.

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Rafael Poyato Crespo

Al hombre que encarna con su gubia maravillosa, la imagen de lo que siente su alma gigantescamente noble.

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