Carta a Tío Paco

Estéban Pérez Palma
Publicada en la Revista Ibiut.

Queridísimo tío Paco:

Cuando intento escribirte esta carta me tiembla todo lo o que hay dentro de mi persona, así como el junco lo hace besando el viento.

Me es difícil interpretar el papel de escritor sobre esta mesa que me sostiene con sus patas, el peso de mis pensamientos, que intentaré ampliar a mano y que mi boli dejará sobre estas blancas cuartillas.

Gracias por tu dedicatoria sobre las espaldas de ese Cristo del Santo Suplicio, que últimamente dejaste para la gloria de tu arte y triunfo sobre ese mirada, casi ciega de llanto. ¿Qué buscan tus ojos? Un viento templado pega en tu pecho como las olas en la proa de tu barca. Una lanza se hundió como un beso en tu costado, un grito en silencio desprendiose en gotas calientes, agua y sangre tocan mis dedos.

Yo, desde esta colina, veo como el airecillo de aquellas cerros hacen bailar tus pelos blancos en un remolino de gloria. San Juan de la Cruz sobre esa llama de mármol frío, deja sus pies desnudos para ser besados por mariposas y beatas. Cerros de Úbeda, olivos clavados en tierra ocre, levantad vuestras ramas, sacad raíces, respirad, porque San Juan está pasando como un caracol blanco y
húmedo para no quebrar ni hierba ni polvo.

Me acuerdo cuando bajo aquél artesonado mudéjar de Santo Domingo, alumbrado por una bombilla, dabas tus últimos toques a los pies desnudos y fríos en un mármol blanco como la espuma de una ola de antaño. De tu cincel caía polvo que nunca llegará al suelo, mil ángeles sostenían esas partículas une a una, como símbolo de eternidad mística. San Juan de le Cruz fue para ti y lo es mio también un maestro filosófico, con una frente inagotable, inmensa su potencia de pensar sobre el amor sacro. Úbeda fue su manantial como para ti, querido tío Paco, quizás Castel Sant´Elía. Siempre fue cosas de artistas tratar con Santos y beatas.

Yo, veo como para todo y sin saber porqué doy un grito en la noche que nadie siente, estoy solo y románticamente derrumbado por el peso de mis pecados. Cristos que de tus manos salieron, dejad vuestros clavos y coronas de espinas baje de tu cruz, quiero abrigar tu cuerpo seco y húmedo y sentir el contacto de tus labios. Cánticos gregorianos me acompasan en esta noche oscura, sobre la escarcha del camino quedan reflejadas las gotas de rocío que como campanillas vibran como si tuvieran miedo de caer en el silencio.

Yo sé que estos dos renglones que te he escrito te habrán gustado y así es mi deseo y también el intento de demostrarte todo mi cariño y amor, que para mi fuiste maestro y segundo padre.

Tu sobrino,

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Rafael Poyato Crespo

Al hombre que encarna con su gubia maravillosa, la imagen de lo que siente su alma gigantescamente noble.

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