Francisco Palma, imaginero en el recuerdo

por José María Arenzana
publicado en la Revista Guadalquivir, Nº 1.
Editada por la Compañía Sevilla de Electricidad.


La vida de Francisco Palma Burgos, imaginero malagueño de amplia proyección artística internacional, pudiera ser incluida en esa relación de artistas exiliados voluntariamente de nuestro pais. Los casos sangrantes de Luis Cernuda o José María Blanco White, no por conocidos disminuyen el dolor que debe producir la repetición de semejantes situaciones. Francisco Palma Burgos falleció el pasado 31 de diciembre después de una agonía que le sorprendió casualmente en Málaga mientras realizaba un viaje a su tierra natal.

Hijo de otro importante imaginero malagueño del mismo nombre, Paco Palma comenzó su carrera artística a la muerte de su padre cuando aún no contaba con 19 años de edad. Lo inesperada del suceso le dejó en las manos a su hijo la terminación de varias obras iniciadas por su padre. El primer encargo que recibió fue el de un crucificado para la popular Cofradía malagueña de la Ermita de Lamarrilla (Cofradía del a Amargura). La indiferencia, más que el rechazo del pueblo malagueño hacia su obra, y otra serie de circunstancias personales no del todo aclaradas por sus amigos, le llevaron a trasladarse primero a Madrid, y después a la localidad jiennense de Úbeda y más tarde a Italia donde pasó la mayor parte de su vida y donde sí le fue reconocida repetidas veces su calidad como pintor (consiguió los premios Dante Alighieri y Leonardo Da Vinci) y como imaginero, escultor y restaurador. Su vida en Italia transcurrió apaciblemente en un palacete situado cn Castell de San Elías (Viterbo) a setenta kilómetros de Roma. Alli abrió un taller donde cualquier alumno podía en¬rar a cualquier hora del día y de la noche sin necesidad de otro permiso previo que sus propias ganas de crear.

Decenas de obras cofradieras salidas de sus gubias se reparten por Úbeda, Andújar, Málaga, Madrid y los puntos más escondidos de nuestra geografía regional. En Italia, culminó la reconstrucción del Palacio de los Borgia, la creación del monumento de Garibaldi en Neppi y se dedicó fundamentalmente a su obra pictórica. Allí era conocido por todos como «il professore».

Cinco años antes de su muerte, la Cofradía de la Amargura malagueña le hizo el encargo del Cristo del Santo Suplicio. La terminó en julio de 1985. El doce de octubre fue requerido por los Hermanos de la Cofradía para que asistiese a la bendición de la imagen, quienes lograron hacerle venir una vez más a su tierra. Inmediatamente cayó enfermo y, como viera cercano el momento de su muerte, expresó su deseo de ser enterrado en el interior de la Ermita para la cual había realizado su primera y su última obra, cerrando así su carrera artística. Una vez más encontró la incomprensión en la ciudad que le vió nacer, por lo que quiso ser trasladado a una de sus patrias adoptivas, donde pasó quince fructíferos años trabajando sin cesar, Ubeda. Allí permanecen sepultados sus restos. Para quienes le conocieron, Paco Palma es, «por ahora, un personaje efímero en la memoria de los malagueños. Tal vez algún día se le reconocerá».

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Rafael Poyato Crespo

Al hombre que encarna con su gubia maravillosa, la imagen de lo que siente su alma gigantescamente noble.

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